P. Francisco J: Rebollo Leòn SIERVOS DEL DIVINO AMOR

P. Francisco J. Rebollo Leòn SIERVOS DEL DIVINO AMOR

sábado, 26 de marzo de 2011

EL DON POR EXCELENCIA





La EUCARISTÌA es el "Don por Excelencia" nos dice el Papa Juan Pablo II en la Encìclica Ecclessia de Eucarstìa, "porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación"( cfr. No.11).

Es pues el regalo màs grande que nos dejò nuestro Salvador, ya que en la EUCARISTÌA se renueva el Sacrificio de Cristo y quiso dejarla manera en que pudieramos participar en ese Sacrificio todos y lo hace incluso antes que ocurriera en el Calvario.






Es el Don por excelencia porque nos muestra el Amor Misericordioso de Dios al extremo, como lo dice el mismo Juan Pablo II en el mismo nùmero 11 de  la encìclica citada: " ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega « hasta el extremo » (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida."

Es Sacramento Eucarìstico que se nos da en su Cuerpo entregado por nosotros y su Sangre Preciosìsima derramada por todos. En esto nos muestra la universalidad de la Caridad de Dios, es por todos y para todos.







Ademàs "La Misa hace presente el sacrificio de la Cruz, no se le añade y no lo multiplica", ( cfr. item No 12) es decir que se realiza el mismo Sacrificio del Calvario y es siempre la misma Vìctima, no es algo distinto y nos son muchos sacrificios distintos. Y siempre es el Sacrificio de la Cruz, donde Cristo se da por entero y entrega su vida por todos.




Vemos entonces que la EUCARISTIA es ese "DON DE DIOS POR EXCELENCIA", y me pregunto: ¿Porquè si es el Don por excelencia, son tan pocos los que lo reciben y participan de la Eucaristìa? ¿Serà que no hemos entendido la grandeza de la Eucaristìa en la misma Iglesia?




Se nos ha presentado la participaciòn en la Misa como una obligaciòn o al menos esa percepciòn se ha quedado de tiempos anteriores, sin embargo si supieramos el Don de Dios y nos dieramos cuenta cabal que la EUCARISTÌA es lo màs grande que nos puede acontecer en esta vida, ciertamente valorarìamos con otros criterios nuestra celebraciòn Eucarìstica.

Penesemos que Jesùs nos ha dado el regalo màs grande y maravilloso que es el Don de sì mismo y nos lo ha dejado de modo que podemos acceder a El cada que queramos asisitir a una misa, esto hermanos es para quedarnos admirados ante el gran Amor de Dios por la humanidad.

P. Francisco.

lunes, 7 de marzo de 2011

EL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y EL MIÉRCOLES DE CENIZA

Este artículo lo tomé integro de Catholic.net ya que es muy importante darle prioridad a lo que lo tiene, en este caso Jesús Sacramentado, que muy frecuentemente es ignorado por la mayoría de quienes acuden a tomar ceniza.


Autor: Ma esther De Ariño | Fuente: Catholic.ne
En la frente... una cruz de ceniza bendecida
Pero los que están en la fila de la ceniza... ¡ni una mirada, ni un saludo, ni una reverencia a Dios que está escondido en el Sagrario!
 
En la frente... una cruz de ceniza bendecida

El próximo miércoles 9 iniciaremos la Cuaresma, tiempo penitencial para los católicos y vemos como infinidad de personas, quizá algunas que hace mucho tiempo no han acudido a la Iglesia, se forman en largas filas para que les marquen la frente con una cruz de ceniza bendecida.

Llegan, se forman en la fila, reciben la ceniza y se van... Personas buenas, almas cándidas quizá, que siguen una tradición que tienen carácter de ritual al que pudiera caber, en su entendimiento, algo mágico y que por nada del mundo dejarían pasar esta fecha sin llevar en su frente la huella de la ceniza.

Cosa buena es que esta tradición del Miércoles de Ceniza esté tan arraigada en el corazón de los fieles católicos.

Quizá todos los que estén en la fila sepan qué es lo que significa y que de ninguna manera es, ni obligación ni Sacramento.

Quizá todos vayan meditando -ya que de eso se trata- sobre el punto filosofal de que polvo somos y en polvo nos convertiremos.

Quizá todos deseemos empezar la Cuaresma con un acto de humildad y pidiendo perdón por nuestros pecados.

Tal vez, y esto esta muy bien, pero hay "algo" que no está bien.

Veamos: hemos entrado al Templo, estamos en la Iglesia, en la casa de Dios y no parecería posible entrar en esa casa y no saludar al Dueño, al Señor, al Dios Supremo Hacedor de todas las cosas, al Rey de Reyes, el Altísimo Señor, el Omnipotente que está en infinita humildad en el Sagrario en Cuerpo y Alma. Tan auténtico como cuando caminaba por las orillas del Jordán, tan real como cuando se sentó en el borde del pozo para pedirle agua a la samaritana, el mismo Dios, el mismo Cristo.

La puerta del Sagrario está cerrada, una luz roja parpadeante nos anuncia que está ahí el Señor, Dios nuestro.

Las personas están en la fila de la Ceniza... ¡ni una mirada, ni un saludo, ni una reverencia al Dios que está escondido en el Misterio de amor que es la Eucaristía!

¿Cómo es esto posible? ¿Será más importante llevar en la frente un signo de humildad que caer primero de rodillas ante el Sagrario y aunque no lo veamos con los ojos de la carne, decirle con los del alma: "Creo en Tí, Señor, y te amo", o simplemente con las palabras de Santo Tomás: "Señor mío y Dios mío" ?

Y ya que estamos en este tema diremos que ocurre lo mismo cuando algunas personas entran en la Iglesia y se van derechitas al Santo de su devoción. Se arrodillan, le piden quién sabe que cosa y se van. Tal vez no haya culpa, es falta de formación y de que no nos hayan dicho una y mil veces, hasta que nos cale, que al que tenemos que reverenciar y adorar es al Dios vivo que está presente con su Cuerpo, su Alma y su Divinidad en el Sagrario. Los grandes santos son intercesores de las gracias que pedimos ante Dios.

Tal vez también sea que creer en esto, es más difícil que creer en el poder del Santo. El culto a los Santos, - como nos dice en sus homilías Mons. George Chevort, no es obligatorio, sino facultativo." Pedirle a los Santos es como una etapa, como un escalón, no un término.

El objetivo de nuestra religión es la Santísima Trinidad que tiene derecho a nuestra adoración y de la cual proceden todos los bienes que necesitamos y el Mediador indispensable es Jesucristo, Hijo de Dios y hombre.

Glorifiquemos a Dios en sus Santos. Ahora bien, la primera de todos los Santos: no fuera de, sino en primer rango y un rango a parte, es la Bienaventurada Virgen María. La primera y aparte porque no solo es obra de Dios, sino que es la obra maestra de Dios. Es la Madre de Dios porque Ella difundió en el mundo la luz Eterna, Jesucristo Nuestro Señor.

¡Cuánta preparación y cuánta información sobre nuestra Fe nos hace falta para vivir y obrar como verdaderos cristianos!. Vivamos nuestra religión con orden y profundidad. Que seamos el ejemplo viviente para los que nos ven, que formándonos y estudiando podremos cumplir con los grandes misterios de nuestra religión tal y como nos lo enseña nuestra Santa Madre la Iglesia Católica y que imitando a los Santos entremos en esta Cuaresma con espíritu de oración y sacrificio. 

TOMADO DE CATHOLIC.NET.

jueves, 3 de marzo de 2011

LA INSTITUCION DE LA EUCARISTIA

EL JUEVES SANTO
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Hoy  jueves quisiera que reflexionáramos sobre el origen de la Eucaristía que nos dejó Nuestro Señor en la última Cena, aquella noche memorable en el Cenáculo donde celebraba la Pascua Judía con sus discípulos y que transforma Jesucristo en un legado Divino al instituir el Sacramento del Orden y el Sacramento del Amor: la Eucaristía, dos sacramentos que van unidos precisamente por su origen y por su importancia y dependencia uno de otro, no hay Eucaristía sin Sacerdocio y no hay Sacerdocio sin la Eucaristía.
El santo Padre Juan Pablo II en la introducción a su Encíclica ECLESSIA DE EUCARISTIA en el número 2, nos describe con esa sencillez propia de Él ese momento en que Nuestro Señor instituye  la Eucaristía la noche del Jueves Santo:

 El Cenáculo es el lugar de la institución de este Santísimo Sacramento. Allí Cristo tomó en sus manos el pan, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo: « Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros » (cf. Mt 26, 26; Lc 22, 19; 1 Co 11, 24). Después tomó en sus manos el cáliz del vino y les dijo: « Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados » (cf. Mc 14, 24; Lc 22, 20; 1 Co 11, 25). Estoy agradecido al Señor Jesús que me permitió repetir en aquel mismo lugar, obedeciendo su mandato « haced esto en conmemoración mía » (Lc 22, 19), las palabras pronunciadas por Él hace dos mil años.”


Es pues ese Jueves Santo el momento en que Jesús se nos da anticipando su Sacrificio cruento que se llevaría a cabo al día siguiente en el Calvario. Es una manera de perpetuar su entrega por Amor a su Padre y a la Humanidad y de que se repitiera una y otra vez en cada Misa celebrada a través de los siglos hasta la consumación de los tiempos. Es pues el colmo de la Generosidad Divina.
En la entrada anterior señalaba que la Eucaristía tiene, por decirlo así, tres momentos: Sacrificial, Comunión y Adoración. En el Código de Derecho Canónico de la Iglesia Universal nos los describe así en el Canon:898
“Tributen los fieles la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte activa en la celebración del Sacrificio augustísimo, recibiendo este sacramento frecuentemente y con mucha devoción, y dándole culto con suma adoración; los pastores de almas, al exponer la doctrina sobre este sacramento, inculquen diligentemente a los fieles esta obligación”



Es pues el momento Sacrificial el que nos va a ocupar en las siguientes entradas y posteriormente los otros dos: Comunión y Adoración.